Tanzcompagnie
Flamencos en route
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canto amor, KKL Luzern, 11 de noviembre 2012
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Luzerner Zeitung, 14.11.2012
Adrian Remund, Bericht / Joël Hunziker, Schnitt, Tele M1, 10.11.2012
«Der Tod ist gross. Wir sind die Seinen lachenden Munds ...» («La muerte es grande. Le pertenecemos, con riente boca...»), así canta una voz de soprano en melismas centelleantes. Al mismo tiempo, la muerte, orgullosa y soberbia, revolotea por el oscuro tablado, emulando el señorío y la prestancia de un grande de España. Aquí se unen, en una de las formas más impensables de fusión artística, la lírica de Rainer Maria Rilke y el flamenco, y resulta una obra que se asemeja bastante más al teatro mítico de Sidi Larbi Cherkaoui que a las actuaciones virtuosas de Joaquín Cortés, por ejemplo.
Hace mucho ya que la coreógrafa suiza Brigitta Luisa Merki trabaja, con su compañía de danza Flamencos en route, en formas y maneras de dramatizar el flamenco. Ahora se ha puesto a narrar en imágenes fuertes y claras el mito de Orfeo, basándose en la interpretación de Rilke que se orienta en el más allá y no perdiendo de vista ni un sólo momento los vínculos que atan el folclore español a la tierra y a la tradición y hacen de él un arte de creación colectiva. El espectro de acompañamiento habitual del flamenco, es decir, la guitarra y la percusión, Merki lo amplia con una cantante de formación clásica y con la nyckelharpa, un instrumento de cuerda sueco con teclado.
Así se funden instrumentos antiguos y sonidos modernos, el canto clásico y el ronco cantar de las lamentaciones flamencas, así como formas de danza tradicionales y modernas. La argelina Karima Nayt en el papel de Eurídice hechiza, danzando, a su amor Orfeo, y luego, ya difunta, lo consuela con su canto. La nyckelharpa es una fiel acompañante de Orfeo (José Moro), alegre y amante de la vida, y sus sonidos parecen atraer al escenario ninfas y pastores. Más tarde, comparte con él su luto por Eurídice en la cálida luz del más allá de donde ella, como en la poesía de Rilke, ya no quiere regresar. El escenario, la vestimenta y la luz, con sus colores naturales suavemente incandescentes, completan las imágenes concisas y sugestivas.
Brigitta Luisa Merki se vale del vocabulario y las estructuras del flamenco, integrando en su dramaturgia sobre todo sus vertiginosas aceleraciones y creando unos efectos sorprendentes con características que van de traviesas a furiosas o hasta endemoniadas. De manera orgánica complementa las tradicionales alegrías o los zapateados con saltos y suaves levantamientos, los movimientos de adorno se vuelven gestos animados, y el flamenco se convierte en teatro danzante. Suavemente, los tacones de Orfeo acarician el suelo, hablando de su amor, y los brazos de los bailarines se mueven de forma simbólica, pero sin caer jamás en la pantomima. Las mujeres bailan casi siempre descalzas, en un estilo moderno, libre, y a veces el grupo entero yace en el suelo o inicia un recital de habla rítmica.
Eurídice, tan alegre al principio, se transforma con la muerte en una figura ensimismada, inconcebible. La muerte, bailada de forma grandiosa por Eloy Aguilar, irrumpe dominadora y atemorizante en la alegre fiesta, con movimientos duros y bruscos. Pero hacia el final ya no es ninguna figura amenazadora sino un seductor atractivo que triunfa con su belleza oscura y al que se acepta de manera abierta y con alegría – «con riente boca», según Rilke – en el espectáculo de danza común.
Revista «Tanz», agosto/septiembre de 2012, Angela Reinhardt
Angela Reinhardt, Magazin «Tanz», 01.08.2012
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La historia de Orfeo y Eurídice ya ha sido interpretada muy a menudo en danza y ópera: basta pensar en la adaptación para danza-teatro de Pina Bausch ...
¿Se puede lograr entonces, en este caso con un enfoque totalmente independiente, sorprender y convencer? Sí, se puede. Y esto no depende en primer término de una forma inhabitual para esta temática, la del baile flamenco, sino del modo como Merki consigue integrar en la narración de manera clara y acogedora diferentes tendencias musicales. Además acentúa en especial un aspecto del contenido: Eurídice no quiere volver a la vida, sino permanecer en el paraíso.
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A través de un juego conjunto lleno de tensión de danza y música surgen cuadros intensos atmosféricos, casi irresistibles. El que Eurídice (Karima Nayt) baile y cante es ya extraordinario. Pero también los músicos sutilmente integrados en la acción (dos guitarristas, un percusionista, así como el intérprete de nyckelharpa Erik Rydvall) y la excelente cantante Eva Nievergelt, que acompañan los siete bailarines y bailarinas y los hechizan literalmente con voz y sonido, constituyen el atractivo especial de este proyecto en el cual el todo es muy superior a la suma de sus partes.
Claudia Gass, Stuttgarter Zeitung, 05.03.2012
Eurídice no quiere regresar
El mito de Orfeo en la Theaterhaus de Stuttgart
Conocidos son los estallidos de entusiasmo que despierta la danza en la Theaterhaus de Stuttgart, pero a un grito unánime de júbilo de tal espontaneidad no logró hacerse acreedor ni el mismísimo grupo Gauthier Dance. Con su grandiosa interpretación del mito de Orfeo, una presentación de danza-teatro en cuadros fuertes, poéticos de Brigitta Luisa Merki, actúa ahora en Stuttgart, durante dos semanas, la compañía suiza Flamencos en route.
En el fondo «Orpheus. Eurydike. Das Paradies» es una escenificación músicoteatral: aquí se funden cánticos folklóricos y operísticos, viejos instrumentos y modernas tonalidades, flamenco y formas libres de danza. De manera parecida a la del coreógrafo cosmopolita Sidi Larbi Cherkaoui -y, con todo, más fácil, más con los pies en tierra que con una ejecución intelectual- Merki hace surgir de una fusión de los más diversos estilos y épocas un nuevo teatro de mitos con un claro lenguaje simbólico, dominado, es cierto, por el vocabulario de danza del flamenco, pero que llega en su fuerza expresiva muy por encima de su sujeción al ambiente y de su virtuosismo.
El espectro habitual del flamenco -guitarras, percusión y canto- fue ampliado sensiblemente, por ejemplo con la nyckelharpa, un instrumento de cuerda sueco con teclado que acompaña al cantor Orfeo, o con los melismas de la cantante clásica Eva Nievergelt. Envuelta en el misterio contrasta su voz con el oscuro, ronco cantar de la bailarina argelina Karima Nayt, que en el papel de Eurídice hechiza, danzando, a su Orfeo y lo consuela, cantando.
Fiesta de las ninfas
Rocas abstractas limitan la superficie de baile por la parte posterior, y cuatro estelas bajas lateralmente. Una luz atmosférica ilumina todas las secuencias de una narración de 75 minutos, desde la fiesta de las ninfas de colorido primaveral a las oscuras aguas de la Laguna Estigia hasta el cálido color naranja del más allá, desde donde Eurídice no quiere en absoluto regresar. Puesto que Merki se orienta por la interpretación que del mito hizo Rainer Maria Rilke, muestra Eurídice, en un principio amante de la vida, como figura transformada por la muerte, casi angelical. La muerte, bailada de forma grandiosa por Eloy Aguilar, irrumpe dominadora y atemorizante, es cierto, en la alegre fiesta, pero no es ninguna figura amenazadora sino un seductor atractivo en su abrigo oscuro.
Mientras los hombres, también el meridional amante de la vida Orfeo (José Moro), con su insistente taconeo y su pose altiva se sirven sobre todo de los conocidos medios del flamenco, las mujeres bailan en su mayor parte descalzas en un estilo moderno, libre. El flamenco no prodiga en realidad levantamientos y amplios saltos, y a veces yace incluso todo el grupo por el suelo. Sin embargo la coreógrafa, exactamente como en la danza nacional española, marca una y otra vez el tiempo en veloces aceleraciones, y esta dinámica sigue otorgando aún más suspense a la acción.
Merki consigue una y otra vez dar al flamenco otras coloraciones – desde la alegría campestre, inocente, de las ninfas hasta la tenebrosidad dura, calculada, de la muerte que triunfa en lentos, precisos giros para intensificarse después en raudo torbellino. Incluso el lamento con que Orfeo manifiesta el luto por su amante encuentra su expresión en el fino movimiento de manos de la danza española. Sin caer en la pantomima Merki nos habla del amor, el luto y la transfiguración, muestra incluso cómo rige la prohibición de hablar en el reino de la muerte con lo cual demuestra que es posible narrar en un tipo de danza de virtuosidad auténticamente pura y fuertemente formalizada - a veces uno desearía que pudiera verlo Christian Spuck, que no lo logró en su «Fräulein von S.».
En medio de los sonidos de guitarra españoles se levanta hacia el final la voz casi extraterrestre de la soprano con un poema de Rilke: «Der Tod ist gross. Wir sind die Seinen lachenden Munds ...»(«La muerte es grande. Le pertenecemos, con riente boca ...») – aquí la música de los cuatro magníficos instrumentistas suena casi a Gustav Mahler. Al final triunfa la muerte en su oscura belleza, acuden todos y se unen con sumo placer a su danza, la aceptan abierta y alegremente.
Angela Reinhardt, Esslinger Zeitung , 05.03.2012